¿ TIENES PROBLEMAS CON LA ALIMENTACIÓN DE TU HIJ@?

¿Tu hijo se enfada cada
vez que se sienta frente al plato? A menudo, para muchas familias, la
hora del almuerzo se convierte en una auténtica pesadilla y en una
guerra continua entre padres e hijos. ¿Qué debemos hacer cuando el niño no quiere comer? Ante todo no hay que perder la calma.

Aunque su actitud de rechazo puede perturbar el almuerzo
familiar y resultar verdaderamente molesto, sin contar con la impresión
de tener que ceder ante el poder del niño, no vale la pena montar en
cólera ante un hijo inapetente. Un niño no se muere de hambre si no está
muy deteriorado físicamente y si tiene alimento a su alcance. Su salud
no debe ser en este caso nuestra preocupación, sino las causas de esa actitud frente a la comida.

La relación del niño y de la madre está estrechamente vinculada con la
alimentación. Cuando el niño se enfada con ella, su cólera puede
expresarse en el rechazo de la comida que ella prepara: el comer puede
ser un símbolo de lucha entre el hijo y la madre y el rechazo de ésta un
síntoma de algo más.


Causas de inapetencia

1. Hay padres que se equivocan en el tamaño de las raciones
y quieren que su hijo coma más de lo que necesita. Si está fuerte y
sano no debemos preocuparnos de que coma poco, siempre que lo que coma
sea complementario y equilibrado.

2. Otra de las causas de inapetencia puede ser debida a que el niño esté atravesando un mal momento familiar:
el nacimiento de un hermano, falta de dedicación por parte de sus
padres, un deseo de llamar la atención o cualquier cambio en su vida…

3. Por el contrario hay niños que toman la postura contraria y devoran sin degustar la comida.
Esta voracidad ante el alimento nos está hablando de un problema sin
resolver. Debemos reflexionar y atender a las causas de esta ansiedad,
además de procurar motivarle para que coma más despacio, saboreando los
alimentos y tomando una postura reposada en la comida.

4. Puede convertirse también en inapetente el niño manejado por una madre autoritaria y nerviosa
que crea un ambiente tenso de disgusto, con prisas y amenazas en vez de
hacer de la hora de la comida un momento de encuentro y diálogo, de
tranquilidad y afectividad.

5. Otro tipo de niño es el que come a cualquier hora menos a las horas de las comidas.
Ante este caso, nuestra postura debe ser firme y debemos mantener la
disciplina de comer a sus horas, si queremos que su alimentación se
normalice.

6. Es frecuente también que durante la enfermedad, el apetito descienda a
un bajo nivel. Los niños comen mal por razones fisiológicas, por esa
razón cuando están convalecientes y les forzamos a comer, podemos
introducir factores emocionales y transformar el comer en un símbolo de
lucha entre la madre y el hijo que puede alargarse posteriormente a la
enfermedad. En cambio, cuando no se le obliga y se cura de la
enfermedad, al volver al nivel normal, la necesidad de alimento
regresará a sus normas anteriores.

Hay que tener en cuenta la fase evolutiva en la que está
el niño para comprender la apetencia o rechazo de ciertos tipos
alimentos. Los bebés comen mucho, ya que el crecimiento que experimentan a lo largo del primer año es muy grande, siendo más pausado a partir del segundo año. Al introducirle la alimentación sólida, ya no necesitan ingerir tanto,
pues están recibiendo una alimentación equilibrada y sana. No hay que
“atiborrar” a los niños y pensar que cuanto más coman, más sanos
estarán.


La hora de la comida es
un momento apropiado para la socialización, el diálogo y la relación
afectiva con el niño. Por tanto es importante crear una atmósfera
agradable, de charla e intercambio. Cuando se produce tensión y
disgusto, podemos llegar a crear un niño inapetente, sólo por nuestra
actitud negativa de gritos, ademanes bruscos o impositivos.

Hay que tener en cuenta que en estas edades el niño es un ser muy
activo y por tanto debemos servir la comida con mucha agilidad y motivar
al niño para que no se dilate demasiado la hora de la comida. Es
preferible quitarle el plato en un tiempo prudencial que dejarlo durante
horas delante de él.

Otro factor que hay que tener en cuenta es que el niño en estas edades
desarrolla intensamente sus conocimientos a través de los sentidos. Le
gusta verlo y tocarlo todo. Hay que permitir por lo tato una
flexibilidad en cuanto a los hábitos en la alimentación para que el niño
tome parte activa en la misma pues, tocando los alimentos y jugando con
la cuchara, aprenderá pronto a comer solo.

Incentivándolo para valerse por sí mismo ante la comida, estamos consiguiendo un interés y apetencia por la misma.


Hábitos de alimentación

Para que se instauren unos hábitos de alimentación correctos, debemos tener en cuenta varias cosas:

1º Es importante que se respete un horario fijo para las comidas,
comenzamos así a crear un hábito. Si se le hace esperar demasiado
tiempo o se le da la comida cuando no tiene hambre, la situación llegará
a convertirse en un problema.

El niño pequeño debe hacer cuatro o cinco comidas al día y no se le
debe permitir picar fuera de las horas asignadas para el alimento. Por
ello evita absolutamente los malos hábitos: nada de galletas, ni dulces
para que el bebé deje de llorar. Si los niños son mayores y pueden abrir
la nevera o los armarios de la cocina, debes vigilar que no cojan lo
que ellos quieran cuando ellos decidan.

Debe comer en un sitio destinado para ello y
procurar que siempre sea el mismo. Debe aprender que no puede levantarse
hasta que no termine de comer, aunque si hay más gente en la mesa no se
le puede obligar a permanecer en ella hasta que todos terminen -para un
niño pequeño esto resultaría un esfuerzo excesivo.

Proporciónale una alimentación variada
y cuanto antes mejor. Alrededor de los seis primeros meses la nutrición
comienza a ser variada y es entonces cuando debemos comenzar a inculcar
los buenos hábitos alimenticios. Haz funcionar las papilas gustativas
de tus hijos e introduce poco a poco todos los alimentos habituales en
la nutrición infantil, para que se acostumbre desde el principio. No hay
que darse por vencido ante el primer “no”, ya que éste puede ser
meramente circunstancial; los niños necesitan algo de tiempo para
aceptar un alimento nuevo, hay que tener en cuenta que todos los sabores
son desconocidos para ellos. Si rechaza algo nuevo hay que volver a
presentárselo unos días después y siempre poco a poco, que lo pruebe,
luego dos cucharas, después tres… hasta que llegue el día que coma
todo el plato.

Un error gravísimo en el que caen muchas madres es prepararle sólo las comidas que saben que le gustan para evitar el conflicto
a la hora de comer. La madre tiene que decidir lo que debe comer el
niño, no al contrario. Si no lo quiere, no se le debe preparar otro
plato y es mejor que no coma a que él decida lo que va a comer.



Otro error que debemos
evitar es el transmitir negativamente nuestros gustos culinarios a
nuestros hijos, inconscientemente lo hacemos y no les ofrecemos aquellos
alimentos que a nosotros no nos gustan. Esto, sin querer, se va
heredando de padres a hijos. Hay que darles de comer de todo, aunque no
nos guste comerlo o prepararlo. Nosotros somos el modelo a imitar y los
niños aprenden imitándonos en todo. Si nunca te ve comer fruta ¿cómo
pretendes que él la coma?

Esto no quiere decir que deba gustarles absolutamente todo. Hay platos
que no gustan y esto es normal y se debe respetar. Si un niño come una
alimentación variada y sana, no pasa nada porque haya algún alimento que
no le guste.

No fomentes la actitud pasiva en el niño, entreteniéndole con cuentos, juguetes o televisión mientras le das de comer cucharada a cucharada.

La hora de la comida es la hora de la comida, no es la hora de ver la
televisión. Se le debe invitar a un diálogo animoso para que le sea más
grato el almuerzo, pero que sea él el que coma. El niño tiene que darse
cuenta que está comiendo, disfrutando del momento, saboreando la comida,
dándose cuenta si está fría o caliente, del olor, etc.

Ponle una cantidad adecuada para que se termine el plato.
Es mejor que repita  a que se desanime ante un plato muy colmado ante
el cual se sienta incapaz de terminarlo. Para el niño es muy
gratificante terminarse todo y luego pedir más. Si la comida consta de
dos platos, modera el primero para que pueda comerse el segundo.

Si el niño pide repetir, se debe terminar el plato. Hay muchos niños
que piden más comida o una galleta y luego la tiran a la basura. Si la
ha pedido, debe comérsela para que aprenda a modular su apetito y sepa
dosificarse.

No puedes exigir muchas normas en la comida desde el primer momento.
Las reglas tienen que ser secuenciadas y priorizadas: primero que coma,
después ya puedes introducir normas como utilizar la cuchara, no meter
las manos en la comida, sentarse correctamente, no ensuciar la mesa,
cerrar la boca, recoger su plato…

No frenes su desarrollo.
Para el niño es tan importante el gusto como el tacto en el
descubrimiento de los alimentos. Por eso se le debe permitir tocarlos y
hasta embadurnar la mesa. Debe empezar a usar la cuchara cuanto antes,
sin importar que juegue con la comida o que se ensucie. Esto no es
debido a su falta de habilidad, estas acciones son deliberadas. Cuando
el niño se sitúa en la etapa anual y el medio tolera esta acción, se le
está ayudando a que se alimente a sí mismo, con sus manos y poco después
podrá realizar con facilidad y rapidez la transición al uso de la
cuchara.


Lo mismo ocurre con el
paso de la alimentación blanda a la sólida. Cuanto más tardemos en
introducir la alimentación sólida, más difícil será, pues los niños se
aferran a la etapa anterior, cuando se alimentaba succionando.

Al frenar su interés en probar otros alimentos que no sean el puré o la
papilla, estás impidiendo su crecimiento psicológico y sus ganas de ser
mayor. Él debe darse cuenta de que valoras esos pasos que da hacia la
independencia. Del mismo modo llegará un momento que ellos rechacen los
purés y las papillas, pero suele ser pasajero y puntual cuando pasa a la
alimentación sólida, volviéndolos a aceptar al poco tiempo.

No utilices el alimento como premio o castigo.
“Sino te comes todo, no saldrás al parque a jugar” o “Si no ordenas tus
juguetes, no hay postre”. A menudo los padres utilizan estos argumentos
para conseguir algo de sus hijos. Sin embargo es preferible entender la
comida como un hecho cotidiano y básico y no como una herramienta para
disuadir.


No nos olvidemos que nuestro pequeño copia nuestro
comportamiento. Es muy importante por lo tanto que vea en nosotros el
placer de comer. Comer implica muchas más cosas que el simple hecho de
engullir y digerir. Ponle cuanto antes a tu lado en la mesa junto con el
resto de la familia y haz de ese instante un momento de convivencia.


Algunos consejos para que coma

• Hacer de la hora de la comida un momento de diversión

Haz que intervenga en el “ritual” de la comida.  A cada
edad puede realizar una labor: A partir de los 18 meses, puedes comenzar
a llevarle al mercado y enseñarle las verduras y frutas por colores y
por nombres. Una vez en casa, déjale ayudarte a ordenarlas, lavarlas y
colocarlas en el plato o la fuente una vez cortadas. A los 2 años
pídeles que ayuden a elegir el mantel, a poner las servilletas o coger
flores para el centro de la mesa. Desde los 3 años, si sus movimientos
son ya suficientemente coordinados pueden colaborar colocando los platos
y cubiertos en la mesa. A partir de los 4 años puede ayudarte o hacer
él mismo una receta sencilla, bajo tu supervisión y que sin duda, ¡le
abrirá el apetito! Si después de esto nuestro hijo sigue sin tener
hambre, pídele que se siente en la mesa aunque no coma. Lo importante es
no hacer un drama de la alimentación. En lo que respecta al menú,
proponle que elija entre algunos platos, pero hazle comprender desde el
principio que no está en un restaurante a la carta.

• No le presiones

Hay palabras que transforman en un drama la situación
más banal. Debemos desterrar de nuestro vocabulario expresiones como:
“¡Termínate el plato!” o “Si no hay judías verdes, no hay postre!”. Esta
es la mejor manera de que el pequeño se niegue a comer. Si el niño no
se siente presionado, empezará a comer sin ninguna preocupación. No te
enfrentes a un niño que no quiere comer, él buscará agotar tu paciencia.
Trata de decirle pacientemente: “De acuerdo, no comes en la mesa, pero
si tienes hambre dos horas más tarde, tendrás q esperar a la cena”. Eso
sí, no le dejes picotear durante la tarde. Y deja de lado el tema de la
comida para hablar con él de otras cosas.


• Haz atractivos los platos

En ocasiones que los más pequeños tomen algunos
alimentos como la fruta o la verdura puede resultar una pesadilla. Con
algunos trucos podemos conseguir engatusar los estómagos más caprichosos
para que coman de todo: Sé creativo cuando prepares los platos, varía
las formas de las verduras, córtalas de diferentes formas, en palitos
por ejemplo, que podrán mojar en salsas (purés) de colores y texturas
diferentes. Corta la fruta en pequeños trozos y ensártala en un palito a
modo de brocheta. Utiliza tu imaginación para hacer agradable los
platos que menos le gustan. No hay duda que ese momento festivo le
gustará y le hará olvidar que bajo esos adornos de colores se encuentra
el puré de zanahoria que tanto le desanima.

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